Iniciamos la ruta los sobrevivientes a la jornada de reflexión y al casting de salida, con unos negros augurios climatológicos del hombre del tiempo y del afamado doctor Fico. Tras un reconfortante café en Proaza y un sorteo de curvas por parte de Hugo, iniciamos la marcha en los Puertos de Maravio, con polainas, gore-tex chinos y de los buenos, guantes, paraguas, paranieves y todos los artilugios casi caducados por desuso otoñal e invernal.
Tras un apacible caminar, sin apenas despeinarnos, nos encontramos ante el Caldoveiro, recordando las palabras de Emilio, “en caso de mal tiempo, no hay duda, volvemos otro día que la montaña no se va a marchar a ningún sitio”, decidimos no subir y seguir nuestra apacible marcha hasta Cueva Llagar, que nos recibe con una pequeña y bonancible parada de nevada para preparar con mayor dedicación la próxima.
Tras muy breve refrigerio, partimos hacia la Cruz de Linares entre una copiosa nevada y la alegría gástrica que empieza a barruntar el menú del día en Proaza. Tras unas curvas espléndidamente sorteadas de nuevo por Hugo, vaya niño de San Ildefonso que hemos perdido, nos presentamos en Proaza, donde damos rienda suelta a nuestra inagotable capacidad para degustar viandas y bebidas.
Juan Muga
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